El Santuario de Rinocerontes de Ziwa es un proyecto de conservación y re-introducción de rinocerontes blancos (especie de rinocerontes en peligro crítico de extinción) administrado tanto por la UWA (Uganda Wildlife Authority, como el resto de los Parques) como por la organización sin fines de lucro Rhino Fund Uganda.
Tracking de Rinocerontes
Esa mañana desayunamos en el Red Chilli y cargamos las mochilas en el coche, de nuevo funcional tras los arreglos del mecánico, y pusimos rumbo a Ziwa, del que nos separaban unos 150km.
Al llegar a la reserva tuvimos que desembolsar 25$ por persona únicamente por entrar al complejo.
Preguntamos por opciones de alojamiento ya que íbamos con tiempo suficiente y de esta forma podríamos ver los rinocerontes por la tarde y por la mañana contratar una excursión a pie por un humedal del complejo donde se avista un ave muy rara denominada Picozapato que Aitor y Fran querían fotografiar. Acabamos pagando 70$ por una habitación doble con el desayuno incluído.
Seguidamente pagamos otros 25$ por el tracking, nos ofrecieron unas botas de agua para poder pasar por zonas con agua y nos dirigimos con un guía, en nuestro propio 4x4, a buscar a los rinocerontes. Cuando les encontramos, a unos 30 metros de las oficinas, nos apeamos del vehículo y fuimos siguiéndoles desde una distancia prudencial, aunque se notaba que estaban totalmente acostumbrados a los humanos y parecían más bien vacas pastando en el prado.
Sorpresa al amanecer
Tras el tracking acordamos el paseo para ver al Picozapato para la mañana siguiente, cenemos algo y nos fuimos a nuestras habitaciones.
Teníamos que levantarnos pronto la mañana siguiente para la excursión y fue la mejor experiencia de todas las de Ziwa. En la puerta de nuestros alojamiento había 6 rinocerontes roncando tumbados sobre la hierba. Tocamos la puerta de Aitor y Fran, contigua a la nuestra (realmente no podíamos ir mucho más lejos porque no es seguro andar cerca de estos animales) y estuvimos sacando fotos hasta que, una vez había amanecido el día, se levantaron poco a poco y se marcharon de allí.
Era sencillo sospechar que los rinocerontes en algún momento se acercan a las oficinas (los alojamientos están en frente de las oficinas), ya que están protegidas con estructuras metálicas que impedirían por ejemplo una estampida contra los edificios, pero encontrártelos durmiendo en tu puerta es algo mágico.
Si hubiéramos sabido que haciendo noche habría posibilidades de que se acercaran evidentemente no habríamos hecho el tracking.
Excursión por el humedal para ver el Picozapato
Tras esta maravillosa experiencia nos fuimos de excursión a un humedal cercano para tratar de ver al picozapato. Pagamos 25$ por persona y montamos con Charis en el coche, que nos llevó junto al ranger a la zona donde comenzaríamos a andar.
Realmente pensábamos que ibamos a ir en canoa, pero el ranger nos comentó que había una zona en obras y sería desagradable por lo que nos recomendó hacerla andando.
En total fue un paseo de 2 horas, nuevamente con las botas de agua para poder pasar por zonas inundadas, en el que vimos tres picozapatos, además de muchas otras especies de aves. Fue una mañana tranquila.
Vuelta a Entebbe
Después de la excursión del picozapato tomamos el desayuno, que estaba incluído en el precio de la habitación, y pusimos rumbo a Entebbe, donde al día siguiente cogeríamos tristemente el avión de vuelta.
Hicimos una parada rápida en Kampala porque Charis había comprado patatas y frutas en un puesto cercano a Fort Portal que quería llevar a su hermano, por lo que acabamos conociéndole y hablando un poco con él.
Tras salir de casa de su hermano, nos dirigimos a un apartamento con dos habitaciones que encontramos muy barato en Booking, cercano al aeropuerto, y donde nos permitían late-checkout para, al día siguiente, poder pegarnos una ducha antes de coger nuestro vuelo, que salía a última hora de la tarde. Se llamaba Karibu Suites y nos salió por 67$ en total. Charis domriría en el sofá.
Esa tarde nos dimos una vuelta, compramos algunos recuerdos y visitamos el Victoria Mall, donde compramos cafés y algunas cervezas Nile de recuerdo en un Carrefour muy grande.
Por la noche celebramos los buenos momentos del viaje invitándole a cenar a Charis en el Gaucho Grill, una especie de rodizio brasileño con buffet libre de carne.
Aitor y yo pedimos chuleta, que no estaba mal, Charis pidió comida ugandesa (lo que comía prácticamente siempre, una mezcla de arroz, con matoke, carnes estofadas...) y Alvaro y Fran fueron directos a por el buffet de carne, del cual acabaron desistiendo un par de horas después por aburrimiento, ya que tardaban bastante entre espada y espada (nada que ver con los buenos rodizios brasileños donde a los 10 minutos ya no puedes más de todas las espadas que te han ofrecido).